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“Tamara G. Cid me ha ofrecido un artículo para sacar en el blog sobre los perros de terapia. Se llama en concreto El perro de terapia, es bastante extenso, relativamente sesudo (ya os advierto que si no sabéis del tema muchos conceptos se os escaparán) y lo podéis encontrar tras el enlace si tenéis interés en leerlo.”

Por @melisatuya en En Busca de una Segunda Oportunidad desde el Blog 20 minutos.

Yo traigo aquí un fragmento que me ha interesado especialmente, sobre la procedencia de estos perros. ¿Perros de Raza? ¿Perros de refugio o perrera? ¿Perros de casa? Todos pueden ser a priori perros de terapia. Pero hay muchos factores a tener en cuenta. Es un poco como decían en la película Ratatouille: todos pueden cocinar, pero no todos pueden cocinar.

 

Mientras que no hay limitación de razas o incluso cruces, sí se recomienda tomar en consideración lo señalado previamente así como otros aspectos propios de la morfología y apariencia del animal. Será más difícil introducir animales grandes, de colores oscuros, de hocicos chatos, sonidos fuertes, pecho y cuello anchos, dentadura muy visible, etc., en comparación con perros que ya están asociados de manera positiva como los cachorros de labrador (especialmente los amarillos), los perros delgados que despiertan más motivación a su cuidado (como los galgos), los divertidos y suaves collies, etc. Hagan terapia o no, somos partidarios de poder ofrecer, al menos de manera puntual, cualquier actividad afín a la necesidad de la raza o el ejemplar, como pueden ser actividades acuáticas y de cobro, pastoreo, actividades de estimulación olfativa, etc., siempre conociendo los posibles pros y contras de esta práctica sobre la actividad principal del perro de trabajo.

También existen razas o ejemplares con determinadas características que suelen ser más “cómodos” de entrenar tanto por su alto interés por refuerzos primarios como la comida, como por su facilidad para trabajar a través de refuerzos secundarios y que, además, tienen mayor disposición al contacto y al juego. Así como razas con mayor predisposición al cobro (una importante habilidad tanto en perros de terapia como de servicio).

Puede suceder que por falta de formación o deducciones a partir de determinada información se ponga de manifiesto que todo animal es apto para entrar en cualquier centro y “hacer terapia”, lo cual es bastante común y son muchas las entidades de este país que conocen casos de malas prácticas (ni mucho menos culpa de los perros, tanto de raza como sin raza).

En cuanto a los perros de perrera o refugio, puede ser una labor muy interesante, ya que muchos muestran un perfil apto para desempeñar labores propias del perro de terapia. Es cierto que en algunos casos no conoces su historia, pero puedes evaluar si se adapta a las necesidades de este trabajo sin el cuidadoso trabajo que supone preparar un animal desde pequeño. No obstante, el proceso de selección, socialización y entrenamiento de un ejemplar desde etapas tempranas, es un proceso más que recomendable para todos profesionales y futuros expertos.

Señalar que, pueden existir ejemplares que, de no ser adoptados de manera indefinida (o con quienes se siga un programa de seguimiento y trabajo adecuado) pueden no mostrar una adaptación adecuada a los cambios de rutinas; nos referimos a perros de refugio que pasan por diferentes manos o participan en talleres o intervenciones puntuales y luego vuelven a sus parques/perreras.

Tal vez, de no hacerse con cuidado, podríamos estar dando una falsa información generalizada donde se cree un espacio más propicio para el abandono ya que “estos animales cada vez tendrán más oportunidades” y esto no es, por desgracia y por el momento, cierto. Muchos de ellos no muestran un perfil idóneo ni tan siquiera tras evaluaciones y sesiones de entrenamiento, aunque sí sean ideales para convivencia en diferentes tipos de familias y espacios.
Si bien, elaborar un cuidadoso programa de selección de perros de ayuda social dentro de todos los ejemplares de refugios y perreras, puede ser una forma de colaboración excelente donde además de asegurar el bienestar del futuro compañero, se contribuye a la concienciación, tampoco esto debe considerarse un extremo y apoyar las típicas ofensivas a profesionales que para realizar un trabajo u otro, deciden adquirir perros de raza con una línea de trabajo muy selecta.

Por último, los perros de casa. Son numerosos los estudios que apuntan a los beneficios de compartir espacio y vida con una mascota, pero esto no significa que tengamos una clara herramienta terapéutica en casa, “terapéutica” en el sentido de contar con un programa de intervención, un seguimiento y una evaluación. Al igual que muchos podemos convivir con psicólogos, médicos, profesores y otros, en términos éticos no se recomienda ser tratados por alguien tan cercano o bien porque no solemos contar con todas las herramientas o espacios en casa para seguir el plan de intervención. Con un perro sucedería algo similar, a no ser que este perro estuviese preparado por un profesional, controlado por la familia y supervisado en varias ocasiones por un experto que ofrezca las herramientas a los tutores o familiares a cargo para poder trabajar con su animal de compañía, por ejemplo en programas de estimulación sensorial, como apoyo en determinadas intervenciones conductuales (como en niños con autismo) y afines. Otro caso es el perro de asistencia, el cual, además de todos los beneficios sociales, emocionales, físicos y psicológicos propios de la tenencia de un animal, su labor radica específicamente en la ayuda técnica ante determinadas necesidades del usuario (cobro de objetos, abrir y cerrar puertas y cajones, encender y apagar luces, avisar de sonidos, guiar en la calle y sortear obstáculos, alertar de hipoglucemias, etc.)